Emanación y Creación: Una Reflexión Espiritual
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Emanación y Creación: Una Reflexión Espiritual
En la tradición cristiana esotérica, la distinción entre lo emanado y lo creado es una llave para comprender la relación entre Dios, el cosmos y el ser humano. Esta visión supera la comprensión dualista del mundo, mostrandonos que lo espiritual y lo material no son opuestos, sino partes de un gran plan redentor. En este artículo exploraremos esta distinción y sus implicaciones para nuestra vida espiritual.
Una representación artística de la creación del mundo según la tradición cristiana, destacando la obra divina en la separación de la luz y la oscuridad.
Lo Emanado: La Presencia de Dios en Nosotros
La emanación se entiende como el proceso por el cual todo lo espiritual fluye directamente de Dios, manteniendo su conexión con la fuente divina. Es una manifestación de la plenitud de Dios (el Pleroma) que, lejos de separarse, permanece vinculada a su origen. En este contexto, podemos entender la chispa divina en nosotros como parte de esa emanación:
«El Reino de Dios está dentro de vosotros» (Lucas 17:21).
Esta chispa, eterna e inmutable, es Dios mismo en nosotros, el testimonio vivo de su presencia. Este aspecto espiritual nos invita a recordar nuestra naturaleza divina y a buscar constantemente la reintegración con el Padre. Además, esta comprensión también se conecta con Emanuel, «Dios con nosotros» (Mateo 1:23), que nos recuerda que Dios no solo está presente en lo trascendente, sino también en nuestra realidad más próxima.
La representación de la emanación divina desde lo alto hacia el ser humano, ilustrando la presencia de Dios en nosotros.
La Naturaleza Trina del Hombre
Es fundamental comprender que el hombre no es simplemente un compuesto de cuerpo y alma, como lo plantea una visión dualista. El hombre es un ser trino: cuerpo, alma y espíritu.
- El cuerpo sin el alma es solo un cadáver, una forma inerte.
- El alma, sin el espíritu, lo reduce a un ser meramente animal, incapaz de trascender lo material.
- El espíritu, por su parte, es la parte de Dios que habita en nosotros por la emanación, conectándonos directamente con la fuente divina.
Esta comprensión nos invita a cultivar no solo nuestro cuerpo y nuestra alma, sino también nuestro espíritu, pues este es el canal que nos permite acceder a la plenitud divina.
Una representación artística de la naturaleza trina del hombre, mostrando la conexión entre el cuerpo, el alma y el espíritu con la luz divina.
Lo Creado: La Materia como Escenario Redentor
Por otro lado, la creación es el mundo material, formado por agentes secundarios bajo la autoridad de Dios. Aunque perecedero, este mundo no es malo. Al contrario, cumple una función esencial: es el escenario donde el espíritu emanado aprende, crece y encuentra su redención.
La Biblia nos ofrece diversas referencias que apoyan la existencia de estos agentes secundarios. Por ejemplo, en Colosenses 1:16, se menciona que «sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él», sugiriendo una jerarquía de poderes espirituales que participan en el orden del cosmos. Asimismo, en Hebreos 1:14, los ángeles son descritos como «espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salvación», reforzando la idea de que estos intermediarios cumplen tareas específicas dentro del plan divino.
La materia, en este contexto, es una herramienta divina, compuesta, como bien podemos intuir, por fragmentos espirituales emanados con un propósito específico:
- La materia no es un obstáculo, sino un medio para que la chispa divina experimente su transformación.
- Los agentes secundarios, frecuentemente identificados como arcontes en las tradiciones gnósticas, también tienen un papel en el plan divino, aunque limitado.
«Por él y para él fueron creadas todas las cosas […] y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas» (Colosenses 1:15-20).
Este pasaje paulino destaca cómo incluso lo material está destinado a ser integrado en el gran plan redentor.
Una representación artística de la creación como herramienta para la redención, mostrando la luz divina y el papel de los agentes secundarios bajo la autoridad de Dios.
Ver con los Ojos de Dios, No con los de los Hombres
La comprensión de esta relación entre lo emanado y lo creado nos invita a superar las apariencias materiales y a contemplar la realidad desde una perspectiva divina:
- Lo emanado es eterno: Representa nuestra conexión con Dios, lo que verdaderamente somos.
- Lo creado es perecedero, pero funcional: Es el medio por el cual el espíritu evoluciona y cumple su propósito.
La materia, lejos de ser intrínsecamente mala, es buena en su función. Es el terreno donde las chispas divinas atrapadas pueden recordar su origen y reintegrarse al Pleroma. Ver con los ojos de Dios implica reconocer que todo cumple un papel en este gran proceso.
Una representación artística de la visión divina, mostrando cómo lo espiritual y lo material se integran bajo la luz de Dios.
El Propósito de la Materia: Redención y Reintegración
La materia misma tiene una función redentora, no como fin en sí misma, sino como medio:
- Un campo de aprendizaje: Las experiencias materiales nos enseñan sobre la dualidad, el dolor y la separación, pero también nos preparan para trascenderlas.
- Un espacio de liberación: Las chispas divinas atrapadas en la materia encuentran su camino de retorno al Padre a través de la acción consciente y espiritual.
Este proceso resuena con las palabras de San Pablo cuando afirma que toda la creación está «gimiendo como con dolores de parto» (Romanos 8:22), esperando la manifestación de los hijos de Dios.
Una representación artística de la materia como medio de redención, donde la luz divina guía las chispas atrapadas hacia su reintegración con el Padre.
Conclusión: Emanación y Creación en Nuestra Vida
Entender la emanación y la creación no es solo una reflexión teológica, sino una invitación a vivir de forma consciente:
- Reconocer la chispa divina en nosotros: Somos parte de Dios, destinados a regresar a Él.
- Santificar la materia: En lugar de rechazarla, debemos usarla como medio para nuestra redención y la de otros.
- Participar en el plan divino: Al reconocer lo divino en todo, contribuimos activamente a la reintegración de toda la creación.
Ver con los ojos de Dios significa entender que nada está fuera de su plan. Lo emanado y lo creado trabajan juntos en armonía para llevarnos de regreso al origen, a la plenitud del Pleroma
Una representación artística de la plenitud divina que une lo emanado y lo creado, invitando a la reintegración con el origen celestial.